Y me dí cuenta de que su voz era un pájaro herido
Que apenas, moribundo, abrio los ojos como lunas resecas
Las hojas de fresno que sobre él caían
Ofrenda de mortajas que le ofrecía el cielo
Me hicieron meditar en lo triste que es la vida
Y lo generosa que es la muerte

Si las manos de los hombres son como lanzas
Y tienen el corazón tapiado de orgullo
Para que jamás penetre en su ser la desventura
De los que aún tenemos agua para llover
A plenitud sobre nuestro canto perisitente
Canto monzónico, tifónico, huracanado

Si los hombres se ponen más caras de mandril
Para fingir que carecen de alma
O para ocultar que la asfixiaron dentro de sus entrañas
Constreñidas como boa de Moebius

Si la vida es así y andar al aire
Es para el mundo ser de aire, facilmente dispersable
Con el gesto fastidiado de una mano
¿de que vale andar rogando amor por las esquinas?

Yo escojo por mejor partido la soledad
Semejante a un bloque de hielo en eterna contemplación de su fluído interno
Tener los ojos abiertos por los siglos de los siglos
Y mirar como mis barreras se desintegran
Por la caricia suave del mar

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