Si la distancia tiene nombre
Ha de perpetuarse en el silencio
Húmedo de las rocas
Cuando me dije adiós cayó por tierra
La serpentina piel que había mudado
Y reptando me interné en el vientre de la tierra
En donde late de todos, el corazón más sagrado
Granada y vino fueron mi sangre
Los troqué al instante por aguaviva
Y mis anhelos celestes en ígneas piedras
Que en la soledad del fuego se consumen
Ardí por dentro hasta consumirme
Perdí el nombre y nadie se dió cuenta
Tal vez, porque habité el mundo cual sombra
Y era mi voz el eco lejano de una blanca herida abierta
Por las grietas que el olvidó esculpió en mi cuerpo
Sangró mi alma ambrosías y malvas
Hasta quedar desnuda en su mero existir
Si hubo algo llamado vida, no era , lo se, para mí
Y no es que me aferré sedienta a la muerte
Y a su promesa dulce de nepente
Simplemente me volví de tierra
De una tierra yerma, filosa y ardiente
Soy la espina clavada en el centro de la carne
Que bosqueja con la herida su nuevo lenguaje
De infinito dolor y efimera gloria
Porque el instante en que esto escribo se que soy
Se que siento y pienso y vivo
La brutal rajadura de los huesos
Todos los muertos son mis muertos
Y con ellos por compañía partí al destierro
A la morada oscura de sordos y ciegos
Rehusé unirme al carnaval de los fantoches
Nunca pinté una sonrisa en mi cara
Con la sangre de los desaparecidos
Y la flor de sangre de los caídos
Acepté jamás por cruel tributo
Esto declaro ante mi misma.
Yo mujer serpiente, mujer tierra, mujer lodo
Mujer piedra, mujer eco, mujer todo, mujer nada

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